jueves, 26 de abril de 2012

¿El futuro de mi hijo?

El otro día, hablando con unos amigos, nos dábamos cuenta de cómo las personas nos adaptamos al medio fácilmente, y como, gracias a esto, nos pasan desapercibidas muchas cosas.
Supongo que algo de culpa tiene la velocidad de vértigo que ha adquirido la humanidad con sus avances y retrocesos. Ahora parece que en un día ocurren cosas que en décadas pasadas tardaban meses o incluso años en suceder.
Nos reíamos y sorprendíamos a partes iguales recordando como antes se veía de lo más natural que se fumara en hospitales, que en las carreteras murieran en un día festivo quinientas o seiscientas personas, que para buscar información sobre algún tema, tuvieras que perder días en la biblioteca para recopilar lo mínimo para hacer un trabajo del instituto, que cuando mandabas revelar un carrete de fotos te aparecieran fotos de dos o tres viajes distintos que ya ni recordabas, que nos bastara con una llamada de fijo a fijo para quedar al día siguiente a tomar café y así muchas cosas más.
Todo esto pensaba que algún día se lo podría contar a mi hijo, ahora recién nacido, en plan abuelo cebolleta y se reiría conmigo y se sorprendería incluso más de lo que mis amigos y yo lo hacemos ahora.
Pero hoy he sentido miedo.
Mientras paseaba a mis queridos perros esta mañana, escuchaba la radio y a pesar de que últimamente las noticias que esta emite no son nada buenas ni halagüeñas, hasta ahora las había escuchado con la esperanza de que la cosa no fuera tan mala como lo pintaban y que hubiera mucho de sensacionalismo periodístico.
Hoy me he dado cuenta de que, incluso el sensacionalismo periodístico lo que ha hecho ha sido enmascara aún más si cabe el diabólico plan que el capitalismo ha trazado para no solo conservar sus privilegios sino aumentarlos.
Hoy, por primera vez en mi vida he escuchado en la conexión local de la emisora que sintonizaba, una cuña publicitaria de un hospital privado anunciando grandes descuentos y financiación en sus operaciones.
La veda se ha abierto definitivamente. El plan no sólo está en marcha si no que llega a su momento clave, al punto de no retorno.
La sanidad pública, ese invento español al que aspiraban grandes potencias mundiales como Estados Unidos, ha comenzado la cuenta atrás para su desaparición.
Ahora, yo solo, ya sin amigos,  miro atrás y no me río.
Veo claro los pasos seguidos.
Primero se nos dio pan para todos.
Las multinacionales nos ofrecieron productos baratos que jamás hubiéramos soñado que podríamos tener, por supuesto a costa de chinitos, asiáticos o negritos, que trabajaban a cambio de un bocadillo veinte horas al día en fábricas ubicadas en países gobernados por tiranos golpistas y cuyo único derecho humano que respetan es el derecho a un puesto de trabajo, pero claro olvidándose del “digno” de la frase.
Después nos regalaron dinero a través de los bancos para que compráramos estos productos en grandes cantidades y así hacernos dependientes de ellos como si fuéramos yonkies de lo material.
Nos dieron trabajos con mucho sueldo y baja cualificación para que los jóvenes no perdieran el tiempo aprendiendo y se dedicaran a ganar dinero. Atonta al pueblo con agua de fuego, brillantes collares y coloridos ropajes y tendrás la conquista a tus pies.
Después cerraron el grifo. Se acabo el dinero, se acabo el trabajo y como yonkies que éramos nos pusimos a sudar por el síndrome de abstinencia.
Y entonces preguntamos que porque ya no teníamos nada y se nos convenció de que habíamos sido malos, que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades y que ahora lo deberíamos pagar con sudor y lágrimas. Y como yonkies deslumbrados por las baratijas y anestesiados por el agua de fuego que éramos, agachamos la cabeza y lo aceptamos.
Una vez aceptada la culpa el siguiente paso ha sido atemorizar a la población, nada difícil si la victima a atemorizar le has quitado el trabajo la casa e incluso su futuro dejándole deudas que en toda su vida será incapaz de pagar. Así, con la gente atemorizada es más fácil que digan amén, a todo lo que propones.
Y como no, la solución ahora es gastar menos, lo de producir mas ya se hará cuando les vuelvan a dar dinero que gastar, ahora ahí que abrir nuevos mercados.
¿Y en que se puede permitir el capitalismo gastar menos y que a su vez les abra nuevos mercados?, pues en lo que ahora no produce, en lo que se ofrece “gratis”. Sanidad y educación.
El capitalismo radical ha llegado con su máximo axioma por bandera, “Si tienes dinero vivirás y disfrutarás, si no, morirás”
Así que ahora siento miedo y pena, y no por mi, si no por mi hijo. Creo que esa charla de la que hablaba antes que pensaba tener con el en el futuro, no será entre risas si no con añoranza y tristeza.
“Hijo, hubo un tiempo en que los jóvenes sin recursos podían ir a colegios públicos de donde salían altamente preparados para, o bien aprender un oficio o bien aprender una carrera que les permitiría encontrar un trabajo en cualquier parte del mundo gracias a su alta cualificación.
Además en caso de tener algún problema el estado te permitía que un juez decidiera  lo más justo según lo expuesto por tu abogado que te defendía sin necesidad de tener dinero para pagarle.
La gente salía a la calle a protestar cuando sus gobernantes hacían algo que ellos consideraban equivocado, y lo hacían sin miedo a ser golpeados o encarcelados.
Recuerdo que cuando naciste te realizaron un montón de pruebas que eran capaces de diagnosticar precozmente problemas graves de salud que tratados en ese momento aseguraban la cura de estos sin mayores problemas y no tuvimos que pagar nada, ahora como sabes si no tienes dinero no solo no te hacen esas pruebas preventivas, si no que cuando estas malo no te curan, te mueres.
Había niños que nacían malitos y con ninguna posibilidad de curarse, y otros que a lo largo de su vida sufrían un deterioro tal en su salud que era imposible su cura y que se valieran por si mismos, a estos se les llamaba “dependientes” y el estado se encargaba de proporcionarles medios para hacer su vida y la de sus familiares más fácil y llevadera. Ahora como sabes si naces o te haces mal, el estado te considera una carga, y es difícil que sobrevivas si no tienes dinero.
En fin hijo, esto es lo que pasa cuando uno se deja llevar y se atonta y no lucha y no defiende lo conseguido por sus antecesores. Así que sólo me queda decirte con lagrimas en los ojos, LO SIENTO, por no haber defendido lo que era tuyo por derecho, y que gente avara y sin escrúpulos te quitó.”